Re-memoria

(retratos de vida)

Muestra virtual del artista Marcos Acosta.

Proyecto y curaduría: Elio Kapszuk

Desde hace muchos años venimos trabajando con distintos artistas visuales, proponiéndoles abordar la temática de la memoria. En todos los casos les planteamos que imaginaran y crearan una obra conceptual. De esta manera, Gerardo Feldstein y el Grupo Escombros trabajaron en instalaciones que apelaban a la memoria y al reclamo de justicia; Emiliano Miliyo creó una gran columna para trabajar el binomio ausencia/presencia; Jorge Caterbetti incorporó la materialidad de las copias de la causa judicial AMIA para realizar las ruedas de su Carro de la Memoria; y Tomás Espina realizó un abecedario con letras stencil a partir de los restos de una trafic similar a la usada en el atentado, que nos interpelaba acerca de lo que todavía no se puede nombrar.

Estos pocos ejemplos quieren ser representativos de cómo la creación de obras puede convocar a un ejercicio de la memoria. El año pasado, junto con el artista Marcos Acosta, empezamos a trabajar en un proyecto distinto. Si bien compartíamos el mismo objetivo final, la idea en este caso era generar un ejercicio de la memoria desde la pintura. Así surgió la muestra “Re Memoria – Retratos de vida”.

El ambicioso plan se basaba en realizar retratos de todas las víctimas fatales del atentado del 18 de julio de 1994. Sí, 85 retratos. Para ello, decidimos recolectar, junto con las familias de las víctimas, imágenes que sirvieran como base para las obras. A veces, la memoria y el recuerdo son inalterables, pero no pasa lo mismo con las fotos familiares. En pocos casos se conservan los negativos y las copias en papel dan cuenta del paso del tiempo. Ahí es donde se empieza a construir este ejercicio de la memoria plástica: volver sobre una imagen y traerla al presente a través de la reescritura del rostro y de la reafirmación de los rasgos a partir de cada pincelada. Frente al trabajo del tiempo, el volver a pintar se nos aparecía como una metáfora del volver a recordar. Y es ahí donde el ejercicio plástico, el proceso creativo en sí, se hacía tan importante como la obra. Marcos estuvo siete meses dedicado de manera a restaurar, rescatar y visibilizar las imágenes de las víctimas fatales del atentado. Nos hemos convencido de que lo verdaderamente importante son los resultados y no los procesos. Muchas veces decimos que esos procesos no se ven reflejados en el resultado final, y que tampoco uno puede explicar lo que el producto no dice. Estamos acostumbrados a asociar el proceso con una dificultad a sortear, con una sucesión de problemas a resolver. Pero en este caso el proceso fue ante todo un aprendizaje: un período de apropiación por parte del artista de su de sus materiales. Con cada retrato realizado, Marcos Acosta se acercaba a la posibilidad de desgranar el trabajo mecánico de una cámara de fotos que capturó un instante, e incluirlo dentro de su mundo creativo. Se fue dando cuenta que necesitaba incorporar todo el conocimiento posible sobre lo sucedido en 1994. A la vez, se le hizo imprescindible leer la historia de cada una de las víctimas, imaginarse cómo habrían sido sus vidas si no las hubiesen asesinado hace 26 años, e incluso preguntarse cómo se verían físicamente en la actualidad.

Se indignó con la impunidad. Se enojó con frecuencia por la calidad de ciertas fotografías, que no le permitían llegar a la esencia del rostro, lo que le parecía un acto de injusticia. Inventó modos y formas para rescatar cualquier línea de expresión que pudiera ayudarnos a imaginar y recordar.

Emociona profundamente haber sido testigo del proceso artístico y humano de Marcos Acosta con cada una de estas obras. Emociona ver cómo está presente en cada uno de los retratos que hoy compartimos esta carga simbólica. El proceso en el que el artista se sumergió fue maravilloso, triste-alegre y necesario para convertirse en un multiplicador de memorias.

Elio Kapszuk - Curador